Empecé a llamarla otoño. No se lo decía a ella; la llamaba así cuando me ponía a hablar conmigo mismo los domingos al atardecer. Otoño. ¿Saben por qué? Ella estaba muriendo. Poco a poco sus lágrimas caían como lo hacen las hojas en esta estación... Otoño, porque aunque estaba muriendo, se veía más linda que cuando la llamaba primavera. ©
-Roo ntvgera